martes, 16 de marzo de 2010

Efecto de la emocion placentera

BELLEZA > Risa

La risa, el mejor remedio

Es el antídoto más sano y placentero contra el estrés. Además, mejora la oxigenación y la circulación.

REÍRSE MÁS. La risa es una terapia sencilla y muy saludable.

Josefina Edelstein

Morir de risa. Vaya metáfora contradictoria y, sin embargo, así nos expresamos cuando en forma elocuente queremos transmitir que lo pasamos estupendo y nos sentimos felices.

Tendríamos que ejercitar vigorosamente la risa para no perder la costumbre de generar endorfinas, mover los músculos del abdomen, aumentar el ritmo cardíaco y la circulación arterial y para mejorar la oxigenación y ahuyentar el estrés. Todo esto pasa al reírnos con ganas y por eso sentimos bienestar.

Al reírnos por placer, “entran en juego centros cerebrales evolutivamente inferiores, y al hacerlo por amor, alegría o felicidad, se involucra la corteza cerebral más evolucionada; de allí que la risa sea privativa del hombre”, explica Pablo Cólica, director médico de la Asociación de Medicina del Estrés de Córdoba (Amec).

Estudios ecográficos recientes han mostrado que los bebés sonríen durante la gestación y que llegan a 300 risas diarias a los 6 años. Pero también se sabe que los seres humanos van perdiendo la predisposición a reírse y que algunos adultos sólo exhiben 15 risas al día, mientras que el máximo serían 100. “Este descenso tiene sus consecuencias en la salud y el espíritu”, asegura Cólica.

La risa suele aparecer en forma espontánea, puede ser instantánea e involuntaria y su manifestación motora o verbal puede preceder a la propia emoción o, al menos, ser simultánea. Además, la asociación de recuerdos y sentimientos puede provocar risa. A veces, en soledad, evocamos una situación y largamos la carcajada; otras, empezamos a reír y no podemos parar; también nos contagiamos con la risa de los otros y nos empapamos con sentimientos de alegría. Con las risas estentóreas se mueven alrededor de 400 músculos, incluidos algunos del estómago que normalmente no ejercitamos.

Mente positiva
Al comparar las emociones de los seres humanos con las de los animales, las investigaciones actuales indican que sólo el ser humano es capaz de sentir felicidad. Esto está vinculado con el desarrollo de su cerebro, ya que las emociones positivas como alegría o risa son cognitivamente más complejas que las emociones negativas, mucho más primitivas, como la tristeza o el enojo.

En el camino de la evolución, habríamos aprendido que la alegría y la felicidad, son metas a alcanzar y que la posibilidad de ser felices estaría relacionada con la capacidad social de las personas de tener placer y de resolver conflictos.

“Cuanto más uno sepa solucionar problemas en armonía y equilibrio consigo mismo, tanto más feliz será”, indica Cólica. “Esto nos exige, naturalmente –continúa el especialista– un desarrollo de nuestras capacidades emocionales, para agudizar nuestros sentidos externos e internos”.

Así las cosas, tener buena vida implicaría prestarle más atención y dedicarle tiempo al desarrollo de la inteligencia emocional, antes que seguir pensando en la racionalidad del éxito, un concepto impuesto que convendría revisar.

Sinergia con el universo
Pablo Cólica explica que “la naturaleza de los seres humanos no es sólo neurobiológica ni psicobiológica”; que no somos un complejo de cuerpo-mente aislados. Mucho más que eso, la existencia de las personas “está relacionada e interactúa con el ambiente y con una dimensión que llamamos espiritual y que se relaciona filosóficamente, con lo que algunos definen como la energía universal”. Por lo tanto, “no podemos quedarnos en la soberbia simplista de pensar que somos máquinas biológicas, o sea, animales evolucionados mediante sucesivas mutaciones”.

Para ser felices
Según algunos autores, las cuatro condiciones determinantes para ser felices son: la autonomía, la competencia (sentir que se es asertivo en las actividades que se emprenden), establecer vínculos sanos con otras personas y la adecuada autoestima.

Luego vendrían la determinación (tener metas propias), las condiciones físicas, y sólo en último lugar aparecen la popularidad y el dinero.

Otros dicen que la felicidad depende del equilibrio entre las aspiraciones y los logros en cada dominio de la vida y de una correcta evaluación propia (no ajena ni del entorno) de esa ecuación.

También se sostiene que los momentos de felicidad son aquellos que anticipan a los logros.

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